domingo, 21 de agosto de 2022

ADIASA Y LA UFOLOGÍA

ADIASA Y LA UFOLOGÍA Asociación De Investigadores Aficionados Sobre Astronomía Mi amigo de juventud Daniel Guerrero Bonet me pedio que elaborara una historia sobre ADIASA en MEDIUM y lo que significó aquella época en el contexto de la ufología sevillana, andaluza y nacional.
Mi respuesta a esta petición fue que aprovechando su gran calidad literaria, fuera el quien la escribiera y yo me encargaría de plasmarla en MEDIUM con archivos. El escrito o reflexión sobre lo que significó nuestro grupo en el inicio y posterior investigación Ufológica es el que se expone íntegramente a continuación.
Existe la ufología? Detrás de esta pregunta hay mucha retranca, lo reconozco. Empezaré, por tanto, expresando mi convencimiento de que la ufología no existe como disciplina científica académica, por mucho que los que así lo creen dediquen buena parte de su tiempo libre a la investigación ufológica. Quiero decir que existen ufólogos, pero no ufología como ciencia empírica. Yo mismo fui ufólogo en mis años juveniles hasta que imperativos vitales más acuciantes me desinflaron el interés. También porque percibí que aquellas “investigaciones” ufológicas terminaban siempre en un callejón sin salida, sin más “solución” que el acopio de una casuística de la que no se lograba extraer ningún resultado o “descubrimiento” científico válido, verificable e irrefutable, sino meras sospechas, intuiciones e hipótesis más emocionales que racionales. En realidad, tal vez fuera que al hacerse uno mayor se pierde frescura inocente en la mirada y la mente y nos convertimos en escépticos y cuadriculados cascarrabias. Por lo que fuese, hace décadas que abandoné aquella afición a la ufología, a pesar de la dedicación que le mostré al empeño y de los esfuerzos sinceros por acometerla desde una metodología lo más empírica que pude o supe. Yo era un ufólogo descreído, adscrito a la banda de los incrédulos con la teoría extraterrestre, aún cuando en ufología siempre te topas con un número residual de casos a los que no hallas explicación posible con los conocimientos disponibles. He de precisar, para los no entendidos, que la ufología es el estudio de los “objetos voladores no identificados”, es decir, los “ovnis” o platillos volantes, como eran conocidos popularmente. UFO (Unidentified flying object) es la abreviatura de OVNI en inglés, raíz con la que se construye el anglicismo ufología, que designa a la disciplina o campo de estudio, y ufólogo, al experto o estudioso de ufología. Estamos hablando, pues, de una inquietud, una “ciencia” o un campo de investigación que está más allá de lo convencional y reglado, y que se adentra en una zona especulativa sumamente atrayente que nos lleva a buscar pruebas, ninguna de ellas contundente a día de hoy, sobre la existencia de huellas, artefactos, visiones o contactos que, por eliminación, suponemos de una improbable procedencia extraterrestre. Pues bien, atraído por las noticias frecuentes sobre apariciones de misteriosas luces en el cielo y otros hechos similares que ocupaban espacio en los periódicos, fundé junto a otros amigos adolescentes una asociación para el estudio de estos fenómenos, a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, denominada ADIASA.
Aquel acrónimo oficialmente significaba Asociación De Investigadores Aficionados Sobre Astronomía, aunque en realidad surgió de las iniciales de los nombres de quienes se divertían con inventar posibles agencias de investigación mientras mataban el tiempo libre entre clases. Debido a la intensidad con que me embarqué en la iniciativa, ADIASA rebasó las vallas del instituto y se expandió por todo el país. Pronto consiguió aglutinar investigadores locales, colaboradores ocasionales y socios diseminados por la península ibérica. Se convirtió en un grupo más de los que poblaban el universo de la ufología en España y parte del extranjero. Nada de ello hubiera sido posible sin la ayuda de Enrique Campos Muñoz, quien desde el primer momento estuvo junto a mí trabajando infatigablemente en el proyecto. De esos tiempos iniciales nace también mi amistad con José Antonio Galán Vázquez, continuador impertérrito de aquel ímpetu juvenil por la ufología y que ahora me reclama estas notas crepusculares.
Es evidente que la ufología, como ámbito del saber sobre una realidad para distinguirla y entenderla, nace por la proliferación de casos sobre visiones de luces u objetos extraños que se comportan desafiando las leyes de la física en muchas partes del mundo. Denuncias sobre artefactos que vuelan a velocidades increíbles o se mantienen estáticos en el firmamento, e incluso que aterrizan, emiten zumbidos misteriosos y vuelven a elevarse vertiginosamente, dejando a veces alguna huella o quemadura en el suelo. Se parte de la premisa de que, en un universo abarrotado de estrellas, un número incalculable de ellas contarán con sistemas planetarios orbitando a su alrededor, como nuestro Sistema Solar. Y que lo más probable es que muchos de ellos alberguen vida, incluso vida inteligente. Sobre esas dos certezas se cimentó la ufología, la “no ciencia” que es fuente de obsesión para los ufólogos. Creen, como yo lo creí, que hay “algo que flota sobre el mundo”, pero no saben lo qué es y, menos aún, de dónde procede o qué o quién lo causa. Y la hipótesis más generalizada entre los ufólogos es que son vehículos, tripulados o no, de origen extraterrestre. Parece la explicación más plausible, pero es una posibilidad remota, ínfima, que tiene mucho de antropocentrismo cósmico. Pensar que vienen a explorarnos artefactos extraterrestres que tardan en viajes intergalácticos cientos y millones de años, a velocidad de la luz, es elaborar un relato de ciencia ficción, cuando no somos, como planeta, ni el centro del Sistema Solar, ni de la Vía Láctea, ni del Universo, ni, por supuesto, de la creación, como recuerda el divulgador científico Javier Sampedro en un artículo reciente (El primer contacto).
ADIASA, después de una fugaz pero intensa singladura, murió cuando me convencí de llegar a ese “callejón sin salida” al que me refería al principio. O seguíamos acumulando y archivando casuística o reconocíamos que no había nada más que hacer. Reconozco que fue bonito y estimulante mientras duró. Porque ADIASA contribuyó en buena medida, a principios de los 70, a consolidar y aglutinar lo que se denominó como Ufología Andaluza, a la creación del Archivo Regional Andaluz y se responsabilizó de la edición y difusión del Boletín Informativo Andaluz, apoyando la iniciativa de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) y de otros investigadores en esta especie de Renacimiento de la ufología andaluza, en general, y de la sevillana en particular. También participó y organizó alguna de las “reuniones regionales para la investigación del fenómeno OVNI” que comenzaron a celebrarse por aquel tiempo. E, incluso, colaboramos en la organización, bajo la dirección de Rafael Llamas Cadaval, un evento público de enorme repercusión mediática en la Sevilla de 1973: un ciclo de conferencias titulado “Difícil problemática a tener en cuenta”, una “problemática” que progresivamente iba extendiéndose hacia lo esotérico, la mística heterodoxa, las psicofonías, los fenómenos paranormales, la psicocirugía, etc. Aquello dio la puntilla a ADIASA puesto que suponía, a mi entender, suspender la incredulidad para amoldarnos a una realidad fantástica en la que los OVNIS eran un componente más. Rompimos con todos, dejamos de publicar el Boletín Informativo Andaluz y, al poco tiempo, nos disolvimos como grupo organizado. Yo me volqué en completar mis estudios, conseguí una plaza de funcionario en el Servicio Andaluz de Salud, me casé, tuve hijos y luego nietos, acabé otra licenciatura distinta por vocación y me sumergí en la lectura (de ensayos, poesía y filosofía, fundamentalmente) y en la escritura de literatura de ficción, que me ha permitido publicar un libro de cuentos. Nada de ello me ha impedido seguir leyendo lo que cae en mis manos sobre ufología, pero sin la absorbente pasión antigua. Quizás entonces éramos inmaduros o juveniles aprendices de investigador de una ciencia inexistente. Pero de una cosa sí estoy seguro, y es que la ufología me ha enseñado una forma crítica de ver el mundo y cuestionar lo que damos por sentado, y que ADIASA me brindó un bagaje sumamente enriquecedor para mi desarrollo personal y profesional. Sin la ufología, si es que existe, yo no hubiera logrado la mitad de lo que he conseguido ni llegado a este punto de una crónica que a muchos ufólogos podrá sorprender, viniendo de quien viene. Pido disculpas por anticipado.
La siguiente documentación gráfica corresponde a datos e investigaciones de ADIASA, documentos de intercambio de información con otros Ufólogos y escritos en diferentes medios de comunicación.
Datos de caso OVNI Amadeo Romanos Archivo E.O.C. Óscar Rey Brea: el coruñés que fue, el primer investigador ufólogo del mundo ( A Coruña 1923- A Coruña 1973) La historia de un “gallego sabio” que fue testigo de fenómenos nunca vistos y pasó el resto de su vida buscando su explicación. Registró una observación OVNI dos años antes de que el fenómeno de los platillos volantes se popularizara en Estados Unidos con el incidente de Roswell.
Enrique Campos. Inicio de contacto con el ufólogo Oscar Rey Brea. Archivo E.O.C.
ADIASA inicia investigación sobre el suceso de Tarrassa. Archivo @galanvazquez
Carta de Iker Jimenez a José A. Galán referente a la investigación del suceso de Tarrassa. Archivo @galanvazquez
Josep Guijarro Revista Enigmas nº 203. 26 sept. 2012 . Archivo @galanvazquez
Manuel Carballal. “Los peligros del Ocultismo” Año Cero 2002 Hay que resaltar que en este escrito involuntariamente se ha cometido un error ya que yo no dejé la Ufología tras este suceso, tras la disolución de ADIASA seguí como investigador corresponsal del CEI Centro de Estudios Interplanetarios de Barcelona y el Centro de Investigación de Suecia RIKSORGANISATIONEN UFO-SVERIGE. @galanvazquez
Daniel Guerrero en la actualidad